La importancia del icono en el rap: la inspiración para salir adelante
La muerte de Diego Armando Maradona (1960-2020) nos enseñó a entender una serie de cuestiones sobre el ser humano, o más bien nos las ha recordado.
Una de esas cosas (quizás la más llamativa) es que el hombre —entendido por especie humana— necesita iconos, símbolos y mártires a los que agarrarse, y en el rap no sólo no es diferente, sino que es una realidad más fuerte aún.
¿Qué es lo que nos atrae tanto de los artistas que admiramos?
El paralelismo con Maradona es bastante ejemplificante, porque el astro del fútbol tenía muchos de los graves defectos que se le achacan a los mártires del hip hop. Quizás tenía más que todos los raperos muertos o asesinados juntos, pero lo cierto es que símbolos como Tupac, Notorious BIG, Eazy-E, Ol’ Dirty Bastard o Jam Master Jay no eran precisamente monjas de la caridad.
Y la cosa es que a casi nadie parece importarle que estos tipos tan hábiles en la libreta y el micrófono (o en los platos, caso de Jam Master Jay) tuvieran innumerables defectos como personas.
Bien es cierto que al haber nacido y crecido en el ghetto es difícil alejarse de ciertos hábitos y de estar continuamente a la defensiva, como si alguien pudiera venir y quitarte de sopetón todo lo que has conseguido y crees que te pertenece por derecho. Pero, sea como sea, ahí estaba esa violencia inherente o esa necesidad de pasarse el día drogado o bebido, caso de ODB.
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Pero, ¿por qué ignoramos absolutamente los defectos de nuestros ídolos y nos quedamos sólo con lo bueno?
Básicamente, porque el ser humano es tan emocional como intelectual y necesita agarrarse a esos símbolos para tener fe y esperanza, para pensar que sus iguales pueden servirle de faro y guía para cumplir sus sueños.
Es decir: tener el convencimiento de que alguien criado en el mismo contexto —o en uno peor— que el de uno mismo, puede llegar a lo más alto.
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Ese mensaje subliminal e implícito que va adherido a las carreras de los mártires es más fuerte que cualquier otra cuestión fría e intelectual: léase el uso de armas o el abuso de drogas u alcohol. Te estarás preguntando que ese viaje de la pobreza al estrellato y la riqueza también lo hacen el resto de artistas que sin embargo siguen vivos y que quizás parecen tener menos impacto.
Y es que ocurre una cosa: cuando un artista muere, se desdibuja de alguna manera su percepción como humano y se convierte en un semidios, en alguien ya intocable, en un tipo que ya no te vas a cruzar por la calle ni vas a ver en directo.
Ni tampoco en la tele o en internet, a menos que se trate de imágenes de archivo. Por eso vas a ver con más gente con tatuajes de Biggie Smalls que de Nas, Jay-Z o Method Man.
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Es la parte que no entienden los que se acercan al debate desde un punto de vista cerebral y analítico.
La felicidad, la energía, la motivación y el mensaje vital que nos han imbuido ciertos iconos a lo largo de nuestras vidas es más potente que sus defectos como humanos. Por supuesto, esos errores son absolutamente señalables y condenables, pero uno no elige lo que siente ni cómo lo siente.
El corazón contra el cerebro y el alma contra los números: el eterno debate que quizás no he ayudado a aclarar ¿o sí?